Como docente he tenido infinidades de experiencias, pero creo que la que más ha marcado mi vida y me ha hecho crecer como profesional en el ámbito de la educación ha sido el atender a estudiantes con trastorno del espectro autista. Ellos poco a poco han incitado en mí el deseo por conocer más la mente de un niño o joven con autismo, así mismo sobre cómo ayudar a aquellos que suelen encerrase en su mundo y les cuesta socializar. De igual forma, a buscar cómo ofrecerle las mismas oportunidades de aquellos que comparten dentro de su mismo espacio, pero que no presentan esta condición.
Ha sido una tarea ardua, pero muy valiosa, y que sin experiencia haga que mi profesión tenga sentido más del que esperaba. A lo largo de mi instancia en mi lugar de trabajo he tenido en particular 3 casos que han sido significativos. Sin embargo, les comentaré solo uno y el que he considerado el más significativo en todos los aspectos. Un joven autista asperger, que vivía con su papá recientemente porque su mamá se fue del país y no tenía con quien dejarlo. Como su padre nunca llegó a conocerlo realmente al convivir y ver ciertas actitudes poco usuales en su hijo, lo golpeaba incesantemente por sus actitudes "extrañas", tal como las hacía llamar, su padre no comprendía que sucedía y para corregir su comportamiento lo maltrataba para que este se calmara sin darse cuenta del daño que le estaba haciendo. Muchas veces el joven se equivocaba con una actividad o tarea y su nota se veía afectaba iniciaba la odisea. El joven se ponía nervioso, caminaba descontroladamente y hasta buscaba la manera de que lo ocupásemos en alguna tarea institucional con tal de no ir a su casa.
Recuerdo que lo más duro, fue hacer entrar en razón al padre, que en principio no aceptaba su condición sino lo consideraba grosero y rebelde. Muchas veces apartaba mi tiempo para hablar con el joven y me confiaba su situación en el hogar, como lo trataban y como lo agredían físicamente. Con el pasar del tiempo nos hicimos amigos y cada vez que necesitaba de mi respaldo lo ayudaba, hasta que en un momento de su vida su situación empeoro e intentó quitarse la vida. Para mí era difícil saber que reacción tomaría el padre, a nivel de orientación institucional el adolescente no quería que nadie llamara a su padre por las consecuencias. Sin embargo, me atreví a hacerlo y a pedirle qué analizará las conductas de su hijo, y que no tuviera miedo, pues es un chico brillante solo que con una manera de pensar y actuar diferente a la de otros. Y le otorgue mi ayuda, lo que condujo a resultados positivo para ambos.
Al cabo del tiempo, el padre llegaba y me buscaba para decirme que estaba investigando más sobre el asperger y la condición que presentaba su hijo, lo que hizo que cambiara por completo y aprendiera junto a él. Tanto que mejoró su comportamiento y socialización con el grupo, que incluso aprendieron a quererlo. El tiempo pasó y como muchos las etapas culminan, tal como le sucedió a este joven que ahora estudia en el exterior y está feliz de la vida que lleva, de las cosas maravillosas que ha aprendido y que comparte actualmente conmigo.
Por ello considero, que los docentes somos el hilo conductor del mundo, y en nuestras manos está la labor de transformar vidas y que experiencias con autismo como estas sean un ejemplo de vida para aquellos que no aceptan esta realidad.
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