T009900059885-0-ico-455026706_160327-000.jpg
Objeto_CPC.png
2021
Dicotomía madre y autista.
Yasmín Carolina Cortez Benítez
Este diplomado ha sido un viaje, un viaje a un mundo desconocido para mi durante muchos años: el de la perspectiva neurotípica hacia el autismo, la mirada del terapeuta, del científico que nos estudia a través de ratones.  Ha sido por una parte esclarecedor porque comprendo que he vivido imbuida en el velo de mi propia burbuja de ideas y pensamientos y es positivo estar abierto a comprender la perspectiva que los demás tienen de nosotros los autistas. Tuve una infancia modelada por un padre autista (con diagnóstico a los 68) y una madre epiléptica, quienes me enseñaron a vivir mis diferencias como algo original y único que me hacía sobresalir para bien, aunque en alguna ocasión también para mal.  Me hicieron pensar que en un punto de mi vida me demostraría que había nacido para hacer un mundo nuevo, un mundo más justo. Por tanto, en el total desconocimiento de "las dificultades" que tenía, he vivido años sintiendo que tengo derecho a estar a pesar de no ser como los demás, a pesar de las limitaciones sociales y a pesar de que gran parte del rechazo que experimenté en mi vida era por "saber más", "sólo estudiar", "ser rarita". Cualquiera podría haber pensado ¿Cómo vas a construir tú un mundo nuevo?¿Cómo vas a pretender influir en la sociedad, si ni siquiera eres capaz de tener una red de amigos? En definitiva, amé mis diferencias a pesar de lo que otros pudieran decir de mi y muchos también amaron y aman mis diferencias y han compartido conmigo esta vida, proyectos, vivencias...

A pesar de esto que planteo y, en mi papel de madre de una niña autista diagnosticada a los 10 años después de mi diagnóstico a los 36; me veo atravesando las páginas de este diplomado con un sentimiento recurrente y contradictorio: la impotencia de no haber sabido reconocer a tiempo las alertas tempranas de mi hija. El no haber insistido cuando aquella terapista del lenguaje me decía que cuando empiece el prescolar ya empezará a hablar, aquella pediatra que me dijo no te preocupes que ya se pondrá al día con los meses, con los años... Me pregunto, si me habré acomodado en la idea de que era como yo, de que debía darle libertad para crecer a su manera, que esa era la forma de que alcanzara su máximo potencial.  Algunas veces pienso que no hice suficiente a tiempo, pero otras veces pienso que quizá es egoísmo pretender que sólo mirando desde afuera podemos saber todo el mundo, conexiones mentales y análisis que puede llegar a hacer un niño o niña con autismo, que no está obligado a tener que compartirlas con nadie.

Digo esto, porque soy autista y tengo recuerdos desde que tenía un año. El mundo que recuerdo de mi infancia era demasiado retrasado para mi: porqué tendría que ver dibujos animados, cuando yo quería aprender sobre arqueología y me fascinaba ver documentales en la tele de ópera, Egipto... 

Entonces no puedo evitar entrar en esa dicotomía, de pensar si como madre estoy haciendo lo correcto, si tal vez pude haber hecho más, pero como autista pensar que menos mal que soy autista y que mi hija también lo es y nadie intervino en su desarrollo para hacerla "normal"

Lo que voy a decir puede ser muy atrevido, pero no dejo de pensar si quizá el retraso en el desarrollo no es del autista, sino del mundo que le rodea.

Yasmín