Todo comenzó hace 14 años, cuando a la edad de 3 añitos, me convencí de que había algo diferente en mi hijo. Busqué ayuda especializada y después de 4 largos años de citas médicas, innumerables test y análisis, conseguimos un diagnóstico: Síndrome de Asperger (en aquel entonces). Para mí como madre fue un alivio, porque le pude poner un nombre a todos esos comportamientos, pero sobre todo, obtener toda la ayuda y estrategias que él necesitaba para poder avanzar en el colegio. No ha sido fácil, pues me ha tocado luchar contra mi propia familia materna, no he podido sensibilizarlos sobre el tema, al punto de que tuve que marcar límites y alejarnos de ellos.
Gracias a la constancia en la aplicación de estrategias y en ser la guía de su camino, hoy puedo decir que tengo el mejor hijo del mundo mundial. Con 17 años está saliendo de Bachillerato, con un promedio aceptable, con un corazón bondadoso, muy inteligente, con un talento innato para la guitarra, pero sobre todo: es un adolescente feliz.
Queda mucho camino por recorrer, se viene la etapa universitaria, la adultez, la independencia. Espero cada una de esas etapas con la mejor disposición para seguir siendo su apoyo.
Gracias a este Diplomado he obtenido muchos conocimientos y he afianzado otros... Pero lo más enriquecedor fue cuando llegué a la Sesión de Autismo en el sexo femenino. Fue como recibir una brisa fresca en mi cara. Conseguí respuestas que ni siquiera sabía que estaba buscando. Con 40 años de edad me atrevo a decir que yo soy un diagnóstico perdido en la niñez. Darme cuenta de eso fue algo muy revelador, pude entender tantas cosas... mi amor propio y mi autoaceptación crecieron y me abrazaron cálidamente. Hoy, más que nunca, me siento orgullosa de quien soy.
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